EL CHACAL ABANDONA LA PELEA Y PIERDE ANTE LOMACHENKO
Guillermo Rigondeaux decidió no salir en el séptimo asalto aquejado de una lesión en su mano izquierda. Lomachenko había sido superior durante el pleito.
Al final la pelea de las peleas terminó de la manera más pedestre posible. Guillermo Rigondeaux pudo haber tocado la gloria como hacía décadas no lo hacía ningún otro boxeador cubano y se marchó de Nueva York con el dolor de la derrota, una mano rota y sin su título de las 122 libras.
Vasyl Lomachenko solidificó su puesto entre los mejores púgiles del mundo al derrotar el sábado en la noche en el Madison Square Garden de manera inobjetable por nocaut técnico a un Rigondeaux irreconocible y olvidable.
De acuerdo con el cubano, en el segundo asalto sintió una fuerte molestia en su mano izquierda que desbarató sus planes de ataque y abrió el camino para que Lomachenko dictara el tiempo y el modo del combate, elevando su maestría a un nivel superior, con una elegancia mortífera.
Una lástima, una verdadera lástima esto de la mano. Que ocurriera justo en el momento más definitorio del doble campeón olímpico de Santiago de Cuba y delante de la audiencia millonaria de ESPN.
Todo lo que se habló del peso, de la estatura, de la juventud, todos esos temas que los partidarios de Rigondeaux minimizaron al extremo, estuvieron de manifiesto en el cuadrilátero, ocuparon un lugar de parte del ucraniano, quien -desconocedor de la lesión de su oponente- sintió el olor de la sangre como un depredador.
Rigondeaux fue una sombra de su mejor versión. El Chacal escondía y bajaba peligrosamente la cabeza que era martillada una y otra vez por el jab cortante del europeo y unos ganchos que hicieron daño, quizá no de manera demoledora, pero sí en volúmenes de acción.
Los agarres constantes y el punto de penalidad en el sexto asalto fueron la expresión del fracaso, de la indefensión. Rigondeaux apenas lanzaba golpes y Lomachenko encontraba los giros corporales para aprovechar los descensos del cubano, que perdía de vista a su rival, quizá para evitar más castigo.
Ya no saldría para el séptimo. Rigondeaux diría el clásico "no más'' en su esquina, porque ya no podía soportar el dolor. Lomachenko se elevaba a lo más alto de su trayectoria, adorado por sus seguidores que eran mayoría en Nueva York.
¿Qué viene para Rigondeaux ahora? Una misión casi imposible. Si con un título en la mano le costaba trabajo asegurar buenas peleas, ahora que momentáneamente lo ha perdido su carrera es un gran signo interrogante. Mucho tendrá que trabajar su equipo para restablecerlo en su trono de las 122 libras.
A muchos les duele este resultado, a los fanáticos, a los expertos pocos que suelen defenderlo y admirar su estilo, y sobre todo a Rigondeaux, quien debe estar pagando alguna promesa incumplida de alguna otra vida, porque le ha pasado de todo y malo. ¿Una mano rota en el momento cumbre? Solo a Rigo.
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