JUAN MANRIQUE: “En aquella época éramos uno solo, todos nos ayudábamos”
Por:Nelson de la Rosa Rodríguez.
La calidad actual del béisbol en Cuba dista mucho de aquella que, entre los años ochenta y noventa del pasado siglo, hicieron de nuestro pasatiempo nacional un referente a nivel internacional. Es por eso que se impone, entre muchas otras acciones, recordar a los peloteros que entonces saborearon las mieles que para los protagonistas de hoy resulta casi imposible.
Sin hacer mucho ruido, Juan Manrique García es un referente obligado. No fue el más bateador de su generación y posiblemente tampoco el más elegante detrás del home pero hizo su trabajo y alcanzando niveles muy parejos entre ofensiva y defensa ganó la titularidad dentro del equipo nacional. Durante su carrera participó en dieciocho Series Nacionales en las cuales bateó 1 318 hits en 4 583 veces al bate para un average de 288, incluyendo 234 dobles y 219 jonrones.
“Yo comencé en la pelota siendo escolar, allá en el terrenito de Colón, Matanzas. Recuerdo que por aquel entonces mis primeros entrenadores fueron Máximo Diago y Orestes Noroña. A ellos les tengo que agradecer mucho por su paciencia y dedicación, por enseñarme los fundamentos del béisbol, esos que muchos llaman el ABC de la pelota y por inculcarme siempre la disciplina, el respeto a los entrenadores y la seguridad de que para lograr grandes resultados es necesaria una alta dosis de sacrificio y dedicación. Ya después pasé a los juveniles y en 1986 debuté en la Serie Nacional con el equipo de Matanzas”.
Juan Manrique en un juego de los veteranos. |
¿Cómo llegas a la receptoría?
“Alguna que otra vez me puse los ‘arreos’ en los juveniles y hasta en una ocasión ayudé a los Citricul-tores por indicación del entonces manager Félix Isasi. Recuerdo que cuando Servio Borges vino a trabajar en Matanzas ya yo me desempeñaba en la posición, en ese primer año él utilizó a Waltico (Marcos Walters) pero ya en la temporada siguiente me adueñé de la mascota”.
Juan Manrique exhibe una extensa hoja de servicios en la que aparece su participación en los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Maracaibo, Venezuela (1998); dos Juegos Panamericanos: Mar del Plata, Argentina (1995) y Winnipeg, Canadá (1999); tres Copas Intercon-tinentales: Italia (1993), La Habana (1995) y Barcelona (1997); dos Campeonatos Mundiales: Nicaragua (1994) e Italia (1998); así como dos Juegos Olímpicos: Atlanta (1996) y Sídney (2000).
“Bueno, para nadie es fácil llegar al equipo Cuba, pero no es imposible. Eso sí, hay que tener muy claro lo que uno quiere y la voluntad para llevar a cabo ese sueño, para alcanzar esa meta, que indudablemente pasa por mucho trabajo, mucho sacrificio, mucha renuncia a la diversión. Recuerdo que llegué al equipo en 1993. Ese año estuve como refuerzo con el equipo Habana y gracias al rendimiento que tuve me llamaron a la preselección y allí integré el conjunto que participó en la Copa Intercontinental de Italia”.
¿Cómo era el ambiente en aquellas preselecciones?
“Lejos de lo que la gente pudiera pensar, el ambiente allí era muy bueno. Todos éramos uno solo. Todos nos ayudábamos, independientemente de que varios optáramos por un puesto en la misma posición. Existía la rivalidad deportiva y eso es lógico, pero no era una batalla. Antes que todo éramos amigos, pasábamos mucho tiempo juntos, sufríamos con los problemas de los compañeros y nos alegrábamos con sus éxitos. Nadie estaba para la bobería, todos éramos conscientes de nuestra responsabilidad y así se integraban los equipos. Se trabajaba fuerte de verdad”.
Los Juegos Olímpicos de Atlanta 1996 representaron un gran triunfo de la pelota cubana. Los medios de prensa del mundo entero se hicieron eco de la actuación cubana y de aquellos tres cuadrangulares de Omar Linares en el partido por la medalla de oro. Sin embargo, pocos recuerdan que en esa cita Juan Manrique tuvo una labor excepcional e incluso llegó a ser segundo de los bateadores con 423 de average, 5 dobles y 4 jonrones.
“Así mismo fue. Ser Campeón Olímpico es lo máximo. Recuerdo aquellos Juegos como algo grande, quizás lo más grande que me ocurrió como atleta. En esa cita no abrí de regular, eso vino en el segundo partido. No olvido que comencé en el banco, pero fui regular desde el segundo juego y sí, terminé como segundo de los bateadores. Es un recuerdo muy lindo. Imagínate tener esa medalla, el momento de la premiación, el himno nacional, luego el recibimiento. Fue algo muy lindo e inolvidable”.
Tuviste incluso la oportunidad de volver a ser Campeón Olímpico.
“Así mismo es, pues participé en los Juegos de Sídney 2000 y éramos favoritos. Un año antes habíamos tenido el tope frente a los Orioles de Baltimore y eso nos dio mucha experiencia y confianza para la cita australiana. Sin embargo, en la final caímos frente a Estados Unidos. Ya en esos Juegos no jugué mucho, solo fui diez veces al bate. No olvido que aquel equipo lo dirigió Servio Borges y antes de comenzar el juego de la final yo estaba en el bullpen y me tocaba recibirle en el calentamiento al pitcher abridor. Entonces veo cerca de mí a José (Cheo) Ibar y le digo: ‘Vamos, Cheo, que te toca’, y él, con su tranquilidad característica me dice: ‘No, no soy yo, el hombre es Lazo’ (Pedro Luis). No se me olvida que entonces todos nos quedamos como paralizados porque era una decisión que nadie esperaba y, sin ánimos de justificar, creo que eso influyó negativamente. Son esas las cosas que un director tiene que decidir, salió mal porque perdimos, apenas pudimos conectarle al derecho Ben Sheets. Así es el béisbol, las cosas no salieron como pensábamos y tuvimos que asumir la derrota, sabiendo todo lo que eso significaba para el pueblo de Cuba”.
Hoy la situación es diferente en cuanto a posibilidades de jugar en el extranjero. ¿Te hubiera gustado probarte en el nivel de Grandes Ligas?
“Claro que sí, todo deportista debe probarse en un nivel superior, llámese Grandes Ligas, Liga Japonesa, Triple A, es decir al menos un escalón por encima del que habitualmente se desempeña. Lamentablemente, nosotros no tuvimos esa opción, esa oportunidad que se está dando ahora y tuvimos que quedarnos con eso, con la ilusión, con un sueño, que para los de mi generación, nunca se hizo realidad”.
Viviste el momento en que la Serie Nacional abandonó el bate de aluminio y regresó al de madera. ¿Eso te afectó?
“Es una cuestión de adaptación. No es secreto que el bate de aluminio es un castigo para los pitchers, pues le puedes dar mal a la pelota e incluso conectar jonrón y eso no pasa con el de madera. Nosotros tuvimos que, de la noche a la mañana, hacer los ajustes necesarios y poco a poco volver a adaptarnos a la madera, a la velocidad de ese swing y creo que lo logramos bastante rápido. No creo que haya sido un problema”.
En medio de todo eso, les tocó enfrentar por vez primera a los peloteros profesionales en un evento oficial.
“Sí, eso fue en los Juegos Panamericanos de Winnipeg 1999, en Canadá. Aquel fue un torneo muy reñido que al final ganamos. Creo que fue algo así como una demostración de la calidad de nuestro béisbol entonces y una respuesta a muchos aficionados que a veces le restaban valor a nuestros éxitos alegando que se lograban contra equipos llenos de peloteros universitarios. Es verdad que eran universitarios, pero la gran mayoría de ellos en dos o tres años ya estaban como regulares en Grandes Ligas. Eso quiere decir que, si ciertamente no estaban en su plena madurez, sí tenían el talento necesario, por lo que no era fácil derrotarlos. Al final, el resultado está y eso no lo puede quitar nadie”.
Épocas diferentes. En aquel entonces arrasábamos en la mayoría de los torneos, ahora no ganamos casi nada. ¿Crees que aquellos equipos Cuba, hoy también saldrían perdedores en cuanto torneo participan?
“Yo creo que no, creo que ganaríamos mucho más que ahora. Aquellos eran peloteros muy grandes. Todos se preocupaban por hacer su tarea, por hacer lo que hacía falta en el momento, éramos muy unidos y con mucha calidad. No le estoy quitando méritos a los de ahora, pero es que a veces vemos que se cometen imprecisiones en el juego, hay errores que son de las categorías infantiles y a veces se llevan al equipo a los peloteros por su nombre y no tenemos en cuenta el rendimiento. La suma de todos esos factores lleva a la derrota”.
Juan Manrique atrapa un foul flly. Foto: Ismael Francisco/Cubadebate. |
Fuiste un receptor con excelentes números a la ofensiva, pero a la defensa también exhibes un promedio de cogidos robando del 50 %. A la hora de evaluar un receptor, ¿cuál es tu principal criterio?
“Para mí el primer criterio es la defensa. Creo que en el line up hay otros ocho peloteros capaces de aportar a la ofensiva, pero ninguno con el trabajo que realiza el receptor de guiar el partido”.
¿Con qué lanzador te sentías más cómodo?
“Yo le recibí a los mejores pitchers de Cuba, pero realmente me sentía más cómodo con los de mi provincia de Matanzas porque estaba con ellos el año entero”.
¿Y el más incómodo?
“Ah, ese era el pinareño Omar Ajete. Me era difícil lo mismo para recibirle que para batearle. Yo no sé, él tenía algo ahí que cuando soltaba la bola siempre me sorprendía. Me resultaba muy incómodo”. Fuiste protagonista en una época de oro con la provincia de Matanzas.
“Sí, cómo no. Me tocó jugar con los Henequeneros y bajo la dirección de Gerardo (Sile) Junco. Con aquel equipo me pasaba lo mismo que en el Cuba. Éramos una gran familia. Nos ayudábamos unos a otros y logramos armar un tremendo ‘trabuco’ con una ofensiva tremenda y un pitcheo capaz de preservar las ventajas. De Sile la gente cuenta muchas anécdotas. Para mí era como un padre, una tremenda persona y un excelente entrenador”.
Además de Sile Junco estuviste en el equipo Cuba bajo la dirección, entre otros, de Servio Borges y Jorge Fuentes.
“Son dos de las personas que más saben de béisbol en Cuba. Con ellos se aprende muchísimo. Creo que han sido lo máximo como directores en nuestro país, especialmente Jorge Fuentes”.
Ahora trabajas con el Sub 23 de Matanzas y aportas tus conocimientos con el equipo de los Cocodrilos. ¿Has pensado en ser director?
“Yo creo que a todos los que hemos jugado pelota, alguna que otra vez esa idea nos ha pasado por la mente, pero todavía no lo he pensado en serio. Cuando llegue la oportunidad, ya veré. Mientras, sigo ahí aportando lo que puedo y luchando por el béisbol”.
Tomado de Palabranueva.
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