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El espíritu de Industriales

Pocos imaginaron que a estas alturas del campeonato el equipo Industriales estaría fuera de la zona de clasificación

Por:Boris Luis Cabrera

Foto: Boris Luis Cabrera

No es el momento ahora de entrar en análisis para encontrar las causas -que las hay- de esta actuación, de hacer leña -como hizo Las Tunas esta semana- con el árbol caído, y mucho menos de criticar a un cuerpo de dirección que ha tenido que lidiar contra muchos factores adversos desde el comienzo de la campaña (sin ánimo de justificar).

El tema hoy es otro, quizás subjetivo para muchos que no entienden lo que representa ese uniforme azul, no le dan importancia al carácter sagrado que tiene un equipo como este, ni han interiorizado lo que significa ese templo bendito que es el estadio Latinoamericano: el espíritu de Industriales.

Confieso que el pasado martes, cuando el lanzador Pedro Álvarez se encaramó en el montículo y lanzó dos tercios de juego con esa pasión y entrega que lo caracteriza, se me puso la carne de gallina y muchos recuerdos del pasado se amontonaron uno sobre otros, aquellos donde esos inmortales que hoy vemos en libros amarillentos, salían al ruedo a darlo todo como si fuera el último día de sus vidas.

Tengo constancia que muchos de los que hoy visten ese uniforme tienen una alta vergüenza deportiva, se desangran en la arcilla, y las derrotas las sienten como martillos en sus cabezas; pero hablamos de una personalidad grupal, de liderazgos en cualquier esquina de la banca, de la capacidad de levantarse, de ponerle el pecho a las balas, de recoger banderas del fango y arremeter contra los rivales, de ensuciarse, y de llorar para expulsar demonios si fuera necesario.

Industriales no es solo un equipo de pelota, es un santuario donde los aficionados oran y se pide todos los días por la salud de nuestro deporte nacional, es el lugar donde respira la historia y donde se puede ver el futuro a través de sus vitrales. Jugar en ese equipo, el más antiguo de nuestras Series Nacionales, es un gran privilegio y hay que, por obligación y respeto, mantener a cualquier precio ese espíritu que a través de tantos años han transmitido nuestros antepasados.

No admite esa afición ya impaciente luego de 12 años sin subir a lo más alto del podio, ninguna fórmula para alcanzar victorias que no tenga la pasión como su ingrediente principal. El espíritu de Industriales está ahí, en el aire del Coloso, debajo de cada silla, en cada esquina. Solo hay que aspirar y salir a batear o a lanzar pelotas. Nos vemos en el estadio.


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Tomado de Tribuna de la Habana

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