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Sazón, rumba y morbo: el clásico de la pelota cubana

Industriales, Santiago de Cuba 




Por Boris Luis Cabrera.

Una década y un año tuvieron que esperar los aficionados de los Leones de Industriales para verlos triunfar otra vez en un duelo de postemporada. Con la espectacular victoria ante los Gallos espirituanos en el séptimo y decisivo partido, se quebró esa racha adversa que comenzó en 2012 cuando la tropa capitalina, al mando de Lázaro Vargas, cayó en la final ante los Tigres de Ciego de Ávila.
Mentores de la talla de Javier Méndez, Víctor Mesa y el mismísimo Rey Vicente Anglada, quien los llevó en el pasado a ganar tres coronas, no pudieron evitar en ese trayecto que sus azules cayeran ante sus diferentes contrarios en una serie de playoff, hasta que esta semana Guillermo Carmona, después de dos intentos fallidos, lo logró.
Este éxito bien pudiera servir para el guion de una de esas películas sobre deportes que tanto extrañamos en la filmografía cubana, al completarse luego de una clasificación épica después de una remontada increíble cuando terminaron el primer tercio de competencia en el fondo de la tabla de posiciones.
Ahora, el argumento de esta historia se enriquece todavía más, al tener que enfrentar en semifinales a las Avispas de Santiago de Cuba, en un duelo que fue catalogado en el pasado como el clásico de la pelota cubana por la tremenda rivalidad y los resultados de ambas escuadras.
Los orientales, que regresan a una postemporada después de 15 largos años de ausencia, vienen a ponerle la sazón y la rumba que le faltaba a esta parte final de la campaña, a desenterrar viejas rencillas beisboleras y a garantizar, con su cuota de morbo, el lleno total en los estadios que necesitaba nuestro deporte nacional.
Por supuesto que ya no hay cobreros que manden a cerrar la trocha para que salga la comparsa del Cocuyé, que esta versión santiaguera nada tiene que ver con la famosa Aplanadora y que no cuentan en sus filas con Kindelanes ni Pachecos. 
Sabemos también que los Industriales no tienen esa garra de antaño, que ya no hay Malletas que salgan a la caja de bateo a imponer récord de cuadrangulares, ni Padillas ni Germanes, ni Valles ni Duques encima de los montículos.
Pero sabemos también que este tipo de enfrentamientos trasciende las fronteras deportivas, que es un fenómeno social que nos envuelve y nos despierta pasiones desenfrenadas y que todos esos muchachos saldrán a tejer su propia historia con la vergüenza que los caracteriza. Un clásico es un clásico. Nos vemos en el estadio.

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